Desde
hace poco menos de un año, y por causas que ahora no vienen al caso,
dejé de ir al centro todos los días y eso está re bueno. Me
desacostumbré rápido. Mi vida ahora transcurre entre barrios lindos
de la Ciudad de Buenos Aires. Por suerte. Pero el otro día tuve que
ir al centro sola a la noite para un recital, después de un tiempo
que me pareció mucho, y me di cuenta lo feo que es (porque antes me
parecía lindo). Me causó algo de repulsión. Yo no se si antes era
feo y no me daba cuenta porque tenía que ir todos los días y estaba
acostumbrada, o cambió mucho en éstos últimos tiempos. Y no hablo
de los lugares comunes de “está lleno de gente, hay smog, hay
ruido”, porque no suele haber -salvo circunstancias excepcionales-
ninguna de todas esas cosas a la noche en la semana en el centro, y
no las había.
Paso
a relatar: el recital, espectacular. Djavan en el Rex. Sin palabras,
nada más que decir. Salí tan maravillada, tan sensible, con el alma
tan bien alimentada, tan feliz... que debe haber sido fuerte el
contraste. Fui caminando por Corrientes hasta Carlos Pellegrini y
luego por Diagonal Norte hacia la parada del 50. Eran las 12 de la
noche, más o menos. Mi compañero de vida siempre me dice que cuando
vuelvo a esa hora me tome un taxi, pero yo quería recorrer un poco,
estar un rato más en la calle, mirar, escuchar, oler... buehh...
Lo de
mirar y oler fue un error, porque estaba todo lleno de basura. No se
porqué desde hace un año la basura no se recolecta como antes, que
era más o menos normal, no veías la calle a la noche llena de
bolsas negras y olor a putrefacción. Se que hay un conflicto, pero
nunca se soluciona y pasaron meses. Con la basura estaban las
consabidas ratas caminando como si estuvieran adentro de una tubería
y no hubiera gente que las mira. Decí que ya hice un tratamiento
para vencer la fobia, pero verlas igualmente me da asco. También
había miles de cucarachas... que además ya no le tienen miedo al
ser humano y caminan hacia vos como para venir a pedirte un pucho.
Juro que no exagero ni un poco, y eso que a veces me gusta exagerar,
pero en éste caso no hace falta.
Mientras
esperaba el colectivo, de algún lado que no podía precisar venía
un olor a meo que mataba. Girando la cabeza para todos lados,
identifiqué la fuente. Como para no haber olor, si había un par de
tipos meando en plena calle, embocando en el pozo de una obra que
debe estar hace meses en el medio de la diagonal, que debe producir
un lindo caos de tránsito durante el día. Y además, cuando a la
mañana van los obreros a laburar, seguramente tienen el hueco lleno
de meo. Eso sin contar que los tipos no sólo usaban el pozo de la
obra de baño, sinó que además tenían el choto al aire sin
problemas como si el “baño” estuviera dentro de sus casas. Y
todo con una fila de gente esperando el colectivo frente a ellos.
Como dice mi madre, “perdieron el pudor”. Y veo pocas
posibilidades de que lo encuentren.
Mi
visita al centro fue traumática, sólo por esa franja de 15 minutos
de tiempo ahí. Fue justamente cuando empecé a pensar, todavía con
la música brasilera que había escuchado hasta minutos antes
retumbando en mi cabeza, si el centro había cambiado mucho desde que
yo no voy todas las noches o siempre fue así y no me daba cuenta.
Es
que a veces cuando uno vive contaminado como que se acostumbra, como
que eso pasa a ser “lo normal”. Pero recuerdo que me gustaba
salir del trabajo por Corrientes a la noche, encontrar las
marquesinas iluminadas, luces por todos lados, tomarme un café en La
Giralda, en Havanna o comerme una pizza en Los Inmortales o Guerrín.
A lo mejor es verdad que la Ciudad está peor, está más caótica. Y
cómo yo me muevo por barrios lindos, no atravieso problemas de
transporte seguido, no tengo que marcar tarjeta en el trabajo, y no
manejo un auto por nuestras calles (otra cosa de por si bastante
estressante) sinó que la mayoría de las veces voy en bici, o en un
bondi bastante amigable. Pocas veces en el subte.
Seguí
pensando y me pregunté que le pasará a un turista cuándo ve, oye y
huele todo eso. Porque en esa zona está lleno de turistas. Me dan
ganas de decirles que vayan a conocer Parque Patricios, Parque
Chacabuco, Boedo, Villa Urquiza... en fin... Yo garpo todo eso por ir
a escuchar a Djavan un par de horas y por seguir viviendo en Buenos
Aires. Por ahora.
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