miércoles, 10 de agosto de 2011

Algo que no creí que iba a subir a mi blog


Yo también tuve una novia bisexual”, última novela de Guillermo Martínez, está muy bien escrita, se lee en tres días, pero al terminarla no logré encontrar un fragmento para mi cajita. Concentrándome, logré quedarme con el recorte que aparece a continuación: no porque me guste específicamente, sinó porque me llamó la atención el cómo está escrito (bien, eso no hay duda, pero igualmente raro).
Aquí, el personaje principal describe de manera detallada y algo barroca una “fellatio”, incluyendo las exóticas imágenes que se le vienen a la cabeza -una clase de anatomía del secundario y el himno a Sarmiento, entre otras- para concentrarse y así evitar que su novia le gane una apuesta. Una apuesta zarpada del personaje y del autor, sobre como hacer, de una “fellatio”, un hecho literario. Ahí va! Que la disfruten...



La apuesta de Martínez (pag 126 de la novela “Yo también tuve una novia bisexual”)

Si, labios temibles, invoco de mi lado al Capitán Frío y al Padre del Aula. Pero ella, sin ni siquiera llevársela todavía a la boca, con solo estirarla de la punta con los dedos y pasar hacia arriba el borde blando de la lengua, ya está consiguiendo la lenta transformación, la transmutación de los estados. Es preciso cambiar de estrategia, mejor el distanciamiento científico. La clase de anatomía en el secundario. ¿Es grasa? ¿Es músculo? ¿Es hueso? El profesor cuenta el chiste de las tres monjitas que discuten sin ponerse de acuerdo y deciden tocar al jardinero por turnos. Pero finalmente, pregunta, y nos mira con ojos otra vez serios, ¿qué es, desde el punto de vista anatómico? ¿Una vena? ¿Una vértebra? No y no. Se da vuelta para descorrer una lámina del pizarrón: El órgano viril. Ahora señala los vasos cavernosos y explica el mecanismo de la erección: una cuestión de vasos que se llenan de sangre, de presión y equilibrio de líquidos, de válvulas y esclusas. Así debo verla también a ella, como una máquina succionadora: bajo la piel suave de las mejillas el juego de pinzas de la mandíbula, la fricción envolvente de los labios (la energía del movimiento transformada en calor, que dilata los capilares de la piel y hace afluir la sangre, de allí la creciente elasticidad de los labios y el enrojecimiento ahora más subido alrededor de su boca). Y hacia adentro, el velo resistente del paladar, la cavidad que se ahueca y cede, el guante profundo de su garganta, una máquina perversamente efectiva, porque ya consiguió, con el vaivén cada vez más rítmico, que el vaso se llene por completo. Peligro: el vaso lleno puede rebalsar, tampoco esto sirve. Dejo de mirarla, no fijamos reglas sobre eso: me concentro en el reloj y alcanzo a ver en la esferita lejana que ya pasó un minuto y medio. Pero a la vez, temo más que nada apartar la vista, dejar el cuerpo libradoa la pura sensación, a las reacciones químicas y físicas espontáneas, a la corriente ciega de fluídos, sin oponerles de algún modo la razón. La razón en la noche de ignorancia. Si, debo luchar. Con la espada, con la pluma, y la palabra. Forzarme a mirarla y vencerla. Todavía tengo un último recurso, esa otra forma de distanciamiento, la sublimación lírico-filosófica. Por qué, me pregunto ahora, que veo sus mejillas encendidas, las pestañas que tiemblan en los ojos entornados, el contraste admirable entre la línea seductora de la boca y el esfuerzo reconcentrado de la succión, la clase diferente de belleza, también arrebatadora, de su cara sumida, trastornada en el esfuerzo, por qué las representaciones de la fellatio estuvieron siempre rebajadas al garabato del baño, a las paredes clandestinas de los prostíbulos (los grabados de Pompeya, que vi por primera vez en la universidad, en una proyección de Historia del arte). Por qué siempre degradadas al chiste fácil, al desprecio, a la risita. Si Thomas Mann pudo hacer la alabanza del beso como primer contacto entre la esfera orgánica y la espiritual, como precipitador de la pasión física, por qué no podrían escribirse también las metáforas y los emblemas de esa otra clase de beso, más drástico. ¿No es acaso la boca la sede de la voz y el lenguaje, la esfera de lo civilizado? Y la inclinación física que requiere el encuentro de los mundos, el arrodillamiento, bajar la cabeza, no podría inspirar por derecho propio un estudio filosófico de la misma dignidad sobre la sumisión de lo alto a lo bajo, de lo civilizado a lo salvaje (civilización y barbarie), o una paráfrasis del tema del amo y el esclavo, una reflexión sobre la suspensión de la palabra en el pasaje al acto (ahora callate y chupala). Solo los gnósticos supieron investir de carácter sagrado a esa unión, rodearla de la liturgia de una misa, en que las vestales recogían en el cáliz de los labios la escencia de la vida para compartirla como un sacramento boca con boca. Pero ya es tarde, tarde demasiado tarde, Jenny inspira para el asalto final y veo por un instante a la luz, antes de que sus labios lo cubran otra vez, la oscilación incontrolable, la punta tremendamente inflamada que empieza a latir.

Y al latir, su corazón va repitiendo:
¡Honor y gratitud al gran Sarmiento!

Si: ¿no le debo al gran Sarmiento, causa primera, esta derrota preferible a cualquier victoria? Naufragar me es dulce en este mar. Veo el brillo del triunfo en sus ojos, la boca que avanza y retiene y aprieta para dejarse inundar. Después, el lento retroceso y la liberación, todo su ser recobrado en el mínimo gesto de retirarse y alzar hacia mi los ojos. Se limpia con el dorso de la mano y abre la otra para reclamarme los diez dólares. Me señala el reloj con una carcajada burlona. Easy, easy, japanese.

5 comentarios:

  1. Leí la novela. Martínez siempre asombra con sus libros, aunque esta no me pareció su mejor novela tiene momentos muy buenos, como este fragmento que elegiste.
    Muy bueno el blog,
    Ernes.

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  2. Muy recargado, a mi gusto...
    La propuesta es buena, pero el estilo no me cierra.
    Ahora si lo leíste en tres días, debut del programa del sábado mediante, bueno, amerita hojearlo en detalle en la próxima librería a la que entre :)

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  3. Jaja... cuando fue el programa, el libro ya lo había terminado, pasa que subí el fragmento días después, porque no lograba decidirme por nada de todo el libro...finalmente pasados unos días lo que más recordaba es este pasaje...jajaj, pero si, es fuerte y tampoco me cierra. Más allá del tema, creo que el libro se lee rápido porque está muy bien escrito... es recomendable. Ernesto: coincido con vos!

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  4. me pregunto si el titulo de la novela y este capitulo en especial, habrán surgido de una creatividad genuina o de una necesidad de ventas. permitanme desconfiar.

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  5. No está mal desconfiar...
    La novela abunda en capítulos con este tipo de descripciones, pero en este caso,en lo que a mi cajita respecta, se ve que elegí un capítulo muy marketinero pero sin ganar un mango!!!!!!!!!!! Jajajaaj... pero es cierto que en la literatura de las grandes ligas también se juegan estas cuestiones...

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